sábado, 17 de marzo de 2007

Neuschwanstein (2a parte)

Bienvenidos a la segunda parte de la historia. En esta ocasión les voy a contar una pequeña historia amorosa (bah, un chisme histórico) acerca de Luis II, basado en una charla de Dolina en su programa de radio. Vamos pues a lo acontecido:

Ubiquémonos en Baviera en 1866. En esa época era rey Luis II, el amigo de Wagner, conocido también como “el rey loco”. Por aquellos días tenía 21 años. Luis era un rey inmensamente popular, pero algunos hablaban con cierta preocupación del abandono de las preocupaciones políticas y de su desmedida afición por el teatro. Los que se preocupaban esperaban en realidad que Luis se casara, para así sentar cabeza, y que se consagrara a la tarea de gobernar y producir un heredero. La belleza de Luis llamaba la atención de las señoritas mas hermosas del reino. La pasión de estas damas era de tal magnitud, que solían cortar trozos de las crines de los caballos que tiraban los carros en donde viajaba Luis, cortaban flores y pasto que el rey había pisado en sus paseos, etc. Pero hay que destacar que nunca se había visto a Luis con una dama, o por lo menos no había dado ningún indicio público de que fuera susceptible a los encantos femeninos. El embajador austríaco llegó al extremo de informar que: “…en los apartamentos reales sólo ha entrado el ambiente del ballet, pues su majestad no siente ningún placer en frecuentar al sexo contrario“. La relación mas íntima de Luis hasta ese momento había sido la que había mantenido con su ayudante de campo el príncipe Paul von Thurn. Se dice que Luis II percibía sus deseos homosexuales, pero lo hacía con espanto y trataba de luchar contra ellos. El sólo tenía con Paul von Thurn una amistad demasiado pronunciada, una atracción que no llegó nunca a consumarse. Cuando Luis se enteró que Paul pasaba las noches en compañía de varias mujeres, decidió dejar de verlo. Ahora bien, la conciencia de unos deseos extravagantes para la corte Bávara perturbaban muchísimo a Luis, pues sabía que esos deseos eran inaceptables en su mundo. Los funcionarios y los cortesanos comprobaron que el rey se había convertido en una persona muy tensa y una rigidez mal actuada le permitía esconder sus deseos. Para desterrar las dudas sore su hombría pensó en casarse. El Duque Maximilianode Baviera y su esposa Ludovica, tenían una hija que se llamaba Sofía, y otra muy famosa que era nada menos que Isabel. Vivían en el palacio de Possenhofen a 5 km del palacio de Luis. Los dos palacios enfrentaban el lago Stanberg. Sofía tenía 17 años, era alta, rubia, tenía ojos azules y cantaba muy bien, y aún mas importante, amaba a Wagner tanto como Luis. Empezaron a verse, el rey le escribía cartas a Sofía en las que la llamaba Elsa y él firmaba con el nombre de Heinrich dos de los principales personajes de la ópera de Wagner Lohengrin. Pero mas allá de las cartas Luis no permitía que la amistad con Sofía avanzara. Ludovica, la madre de Sofía, que era muy casamentera, estaba impaciente y ya tenía buenos antecedentes, a las otras hijas las había “colocado” muy bien. Le pidió a uno de sus hijos, Karl Theodor, que indagara al rey acerca de sus intenciones. El rey consideró indecoroso el interrogatorio y dijo que aún no estaba en condiciones de contraer matrimonio. Karl informó a la madre, y ésta hizo saber a Luis que como sus intenciones no era casarse con Sofía debía cesar en sus visitas e interrumpir la correspondencia que enviaba. Luis se amargó por el reclamo, pero no por perder a Sofía, sino porque pensaba que diluida la posibilidad de casarse caería en la depravación que tanto temía. Para darse una oportunidad más y para tranquilizar a Sofía, que estaba triste porque se había enamorado de él, informó discretamente que quizás en cierta fecha futura podría casarse. Ludovica, se apoyó en esa tenue esperanza y permitió que la relación continuara. Pasó un poco de tiempo y de un modo inexplicable el rey de pronto cambió de actitud. La noche del 21 de enero de 1867 él y la reina madre ofrecieron un baile. Cabe aclarar que en general Luis despreciaba estos encuentros, pero esa noche fue una excepción. Entre la multitud de oficiales y los grupos de admiradoras, divisó a Sofía, y al verla cruzó la sala del trono para invitarla a bailar. Durante las 3 horas siguientes no se separó de ella. Terminada la fiesta, acompañó a Sofía hasta su carruaje y la vió partir.

Mucho después de restablecerse el silencio en los salones del palacio real, las luces de los aposentos de Luis continuaban encendidas. Estaba insomne y convencido nuevamente de que tenía que casarse con Sofía para eliminar sus deseos corruptos. Después de alcanzar esa decisión, temeroso de que una postergación le hiciera perder la confianza, Luis salió disparado de la pieza, despertó a su madre y le anunció la nueva . Ordenó que le preparasen un carruaje y fue al castillo de Sofía a la madrugada. Llegó, despertó a todos hizo una súbita declaración sobre su intención de casarse y al final, bien alto el sol, el rey Luis y Sofía de Baviera formalizaron su compromiso matrimonial. Aquel compromiso fue secreto de estado durante casi una semana. En enero de 1867 se anunció al noticia al parlamento. Luis se lo dijo a Wagner antes que a nadie.

Se forjaron vasos conmemorativos, placas, medallas, monedas,etc. con el retrato de los novios. El comportamiento de Luis era forzado, no era muy cariñoso y Sofía se le quejó a la madre de la frialdad con que su novio la trataba. La madre le dijo que nadie podía ser más aburrido que su propio marido, que ni siquiera era rey. Durante los primeros meses del compromiso Sofía y su familia se vieron sometidos a un extraño régimen de visitas, siempre de noche. A veces el rey decidía ver a su prometida súbitamente y mandaba a un lacayo al castillo de enfrente, y toda la residencia ducal despertaba de su sueño y se vestía, porque Luis exigía que se lo recibiera siempre como soberano. Cuando Luis se quedaba en la residencia, exigía ver a Sofía a solas. Entonces, una dama e compañía se escondía discrétamente detrás de una cortina. Luis se sentaba en un sillón y Sofía tocaba el piano y cantaba varias horas. Después costura: él sentado, ella bordando; cada tanto una frase, De caricias ni hablar. Cierta vez Sofía se atrevió a besarlo en la boca y él se sintió tan trastornado que casi rompió el compromiso allí mismo. La boda había sido planeada para el 25 de agosto de 1867, pero unos días antes cuando vio el ceremonial y la preparación del baile, Luis entró en pánico. Llegó al extremo de pedirle al médico un certificado en el cual se le declarara no apto para el matrimonio. A un funcionario le dijo que prefería morir ahogado antes que enfrentarse a la boda. Agitado y nervioso se paseaba durante toda la noche por sus habitaciones o irrumpía en la pieza de la madre mientras ella dormía, para arrojarse en la cama y llorar pidiendo ayuda. El primer paso decisivo de Luis fue postergar formalmente la boda. Informó que el matrimonio se celebraría el 12 de octubre. A Sofía la demora le pareció razonable porque el ceremonial estaba retrasado. Con la aproximación de la nueva fecha el terror reapareció. Cuando Luis no pudo soportarlo más, dijo que sería mejor casarse en noviembre. El 4 de octubre recibió una carta del padre de Sofía exigiendo que el rey fijara una fecha definitiva o que anulase el matrimonio. Luis aprovechó esa carta y escribió a Sofía: ”Amada Sofía, tus padres desean romper nuestro compromiso, acepto”. De este modo Sofía se enteró por primera vez la decisión de Luis, aunque pocos días mas tarde recibió una extensa carta del rey en la cual intentaba explicar con toda la sinceridad que permitía la discreción, las razones que lo llevaron a romper el compromiso. Las monedas conmemorativas fueron retiradas de circulación, Luis compró todas las placas y lo demás, y los hizo destruir. Todos los grabados que mostraban a Sofía como reina de baviera fueron quemados en presencia de Luis y se volcó ácido sobre las planchas de cobre y los originales litográficos. Al año siguiente Sofía se casó con otro. La boda se realizo en el castillo de Sofía, y Luis no asistió. Pasó la noche de aquella boda en una isla en el centro del lago quemando fuegos artificiales. Luis no pudo casarse nunca. Poco después empezaron a notarse gestos de una locura alarmante, que lo llevó a la muerte años más tarde.

Espero que les haya gustado.

Lichi.

No hay comentarios.: