sábado, 17 de marzo de 2007

Un paseo por Praga (2a parte)

Hola, espero que les haya gustado la primera parte. Aquí no habrá fotos, sino algo que escribí en su momento, inspirado por un lugar que visité en Praga. No les digo más, así pueden disfrutar el relato y ver cual fue el lugar visitado.

Muerte Pretérita

Llegué a mi casa a la hora acostumbrada, y había soldados por todos lados. Me llevaron bajo la acusación de herejía convencional, y como prueba presentaban una pila de escritos prohibidos por la iglesia, encontrados en mi hogar.

Pasé unas pocas horas en una celda húmeda y pestilente, y fui conducido ante las autoridades. Allí fui interrogado de forma amable, podría decirse, dándoseme así la posibilidad de confesar por propia voluntad. Por supuesto, no les dije nada sobre lo que buscaban. Acto seguido, fui trasladado nuevamente a la celda…

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Todo había comenzado por mi atracción por la ciencia. Mi terquedad quizás haya ayudado. El hecho de leer primero, y estudiar después, libros prohibidos por ellos tenía sus riesgos. Peligro al que me entregué con pasión.

Después de haber leído algunos escritos de nuevos pensadores, la concepción del mundo cambió para mí. Descubrí en dichos textos, conseguidos en el mercado negro, y a muy bajo precio, un mundo fascinante, y la visión global que tenía sobre la vida cambió por completo. Enseguida me sentí atraído por este conjunto de ideas nuevas, y poco a poco comencé mi búsqueda. Esperaba encontrar gente como yo, para compartir lo nuevo, para poder expresarme en un ambiente de libres pensamientos, sin tener miedo.

Corría el 1405 DC y ellos estaban en su apogeo. Las ciudades que se negaban a doblegarse, eran cercadas por sus enormes ejércitos. El sitio podía durar meses, hasta que los propios sitiados, vencidos ya por el hambre, se entregaban, y abrían las puertas de sus ciudades. Muchos eran muertos allí mismos, como muestra de autoridad, y como una dura advertencia a futuros rebeldes. Había también torturados, de forma especial, que tardaban horas y hasta días en morir, para poder congraciarse con Dios antes de dejar este mundo.

Teniendo en cuenta estos antecedentes, mi búsqueda fue difícil, pues el camuflaje en grupos como los que yo buscaba, era esencial para sobrevivir en esos años. Finalmente, y de manera inesperada logré contactarme con alguien. Dicha persona me llevó con su grupo y fui aceptado, después de un largo interrogatorio.

Días después, fui invitado bajo extremas precauciones, a una de sus reuniones.

Nos reuníamos en cuevas cuya existencia era desconocida por las autoridades, aunque no se encontraban muy alejadas de la ciudad. Allí, bajo un clima distendido exponíamos y discutíamos nuestras ideas, y comentábamos las de los nuevos pensadores, algunos perseguidos, otros ya apresados. Había una regla básica a cumplir: estaba terminantemente prohibido discutir sobre temas científicos en la vida diaria. Así, eramos casi invisibles para la iglesia. Sabíamos que si nos atrapaban, pasaríamos cosas horribles, pero quizás eso era lo que nos daba más fuerza. A veces la rebeldía es una fuerza mucho más efectiva de lo que uno puede imaginar.

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Menos de un día después, fui conducido por primera vez a la sala de torturas. Comenzaron quemándome la piel de los pies, práctica muy utilizada en los interrogatorios de la inquisición. El dolor fue indescriptible, pero no suficiente para romper mis convicciones.

Al ver que no me quebraba decidieron quitarme una a una las uñas de las manos. Rogué desmayarme en ese momento, y cuando sentí que perdería el conocimiento, cesaron las torturas, me llevaron a la celda, y me dieron agua y comida. Me querían consciente, para poder averiguar más sobre mi grupo.

Al día siguiente me dieron la opción de declarar, y ante mi negativa, sufrí una sesión de potro.

Al sentir que me estiraban como un cinturón de cuero, al sentir crujir mis articulaciones, acompañadas de un dolor profundo, cruzó por mi mente la idea de la confesión. Sabía que al hacerlo, no sería perdonado, pero quizás pudiera conseguir una muerte rápida y sin sufrimientos. Finalmente resistí, ayudado por la idea de que mis compañeros pasarían por eso mismo.

Fui conducido a una celda nueva, sin ventanas, y al cerrar la puerta, me vi en la oscuridad total. Allí estuve un lapso de tiempo que no supe calcular, aunque me dieron de comer dos veces, por lo que estimo que pasaron más de dos días. Dormí la mayoría del tiempo, tratando de recuperarme de las sesiones de tortura. Trataba de no pensar en lo que me esperaba.

Fui despertado de repente, y la oscuridad ya no era tal. La puerta estaba abierta, y cuatro soldados me tomaron de mis doloridas extremidades. Estaba con ellos una quinta persona, perteneciente al clero. Leyó mi sentencia en forma indiferente, y se marchó.

El sólo escuchar lo que había en mi futuro cercano, me generó un estremecimiento que estuvo a punto de quebrar mi silencio. Sería empalado en la plaza principal, hasta morir. Según las autoridades eclesiásticas, debería emplear el tiempo que tardara en morir para arrepentirme y rogar perdón al Señor.

Forcejee con mis escasas fuerzas, desesperadamente, y nada obtuve. Sólo un cansancio aún mayor, y dolor en brazos y piernas.

Mientras era conducido a la plaza, me resigné y decidí que mejor era morir dignamente, a traicionar a los míos. Pero al ver el palo, en este caso de metal y con punta afilada, sentí un terror como nunca antes había sentido. La idea de una confesión no me pareció en ese momento tan lejana como minutos antes…

Inesperadamente, algo de claridad acudió a mí, me calmé notablemente, y comprendí que no había vuelta atrás. Moriría en silencio, llevándome a la tumba el secreto de los que pensaban como yo…

Llegamos a la plaza, fui alzado con ayuda de aparejos, y depositado a corta distancia del palo. Se leyó en público mi condena, con detalles de mis pecados, y se envió una advertencia a quienes actuaran de modo similar al mío. Lentamente se me dejó caer…El dolor agudo fue enorme, pero rápidamente desapareció, y comencé a ver luces delante de mis ojos. Había murmullos en torno mío, en un idioma extraño para mí. El dolor de las torturas anteriores ya no se notaba, y sólo sentía un leve dolor de cabeza. Todo era muy confuso. Poco a poco comencé a ver a mi alrededor, y al divisar el palo enfrente mío, se apoderó el terror nuevamente de mí. Pero esta vez escuché una voz familiar que me animaba. La voz de mi esposa. De repente todo se aclaró en mi mente. Caminábamos con mi esposa por las calles de Praga, y fue idea mía entrar al Museo de la Tortura. El resto de la historia lo conozco gracias a relatos suyos. Vimos uno o dos artefactos de aquella época, y al pasar frente al palo me desvanecí, caí, mi cabeza dio contra el piso, y estuve unos minutos inconsciente.

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Al contarle esta historia a mi psicólogo, me sugirió que el traumatismo del golpe tal vez me haya generado ese extraño sueño. Por otro lado, conocí gente que lo interpretó de una manera bastante diferente. Según su teoría, en alguna vida anterior morí empalado por la inquisición, llevado a ese final por cierta rebeldía asociada con ideas científicas.

Yo no sé que pensar. Quizás a la segunda teoría debería agregarle que desde pequeño me gustó la ciencia, y hoy soy, pese a muchas dificultades financieras, estudiante de Física. Aunque en la teoría de múltiples reencarnaciones nada se dice de semejanzas entre dichas vidas. Mis amigos que apoyan esa idea, insisten en que sentí una atracción especial hacia el museo, por una rara conexión entre mis dos vidas, que tienen en común la ciencia.

Igualmente, prefiero pensar que todo fue sólo un desmayo…


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Sé perfectamente que no soy un buen escritor (es más, ni siquiera soy un mal escritor), pero pienso que lo importante es que ésto me salió inspirado en lo que vi. Por supuesto que no es verídico...no me desmayé, aunque sí me lleve una fuerte impresión. Los abandono hasta la próxima.

Lichi

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